“Der Spiegel” pasa por ser uno de los más sesudos semanarios de información política alemanes. Muchas y muchas páginas. Se acerca a las ciento cincuenta. Densas, penetrantes, exhaustivas. Los temas que se tratan van hasta las últimas consecuencias. Caiga quien caiga. En la edición de 26 de enero último, el titular de portada ha sido: ¿Cuándo o en qué momento se puede asumir que el Estado se encuentra en quiebra?. La versión española del título alemán “Wann ist der Staat eigentlich Pleite?”, es mía. Es una versión libre, porque las traducciones literales a veces no se entienden.
Pero a lo que iba. El semanario entra a fondo en la cuestión de la crisis que afecta a toda Europa, esto es a la Comunidad Económica Europea. Y se plantea la hipótesis,- hipótesis cercana a la realidad-, que alguno de los países más débiles se declare en suspensión de pagos o quiebra. Ejemplo, Grecia, que en los próximos dos años deberá devolver cuarenta y ocho mil millones de Euros. La conclusión es la siguiente. Si Grecia no puede pagar y se declara en bancarrota, esto no produciría una mal mayor a la CEE. Grecia es un país pequeño y otros países podrían acudir a salvarlo. Pero si el mal se extiende a otros Estados europeos más importantes, ello podría producir el fin de la moneda euro. Fuera de la Comunidad o antes de la entrada de la moneda única estos países más frágiles, hubieran podido devaluar sus monedas. Los productos que venden al exterior habrían reducido su precio y pese a alentar una inflación más alta, habrían salido del bache. Con el Euro, estas posibilidades se han cerrado. Todos los países son ahora solidarios y se aguantan unos a otros. Por supuesto hasta que se cansen. Porque la probidad de unos puede generar tensiones, si otros se endeudan más de la cuenta; si, dicho de otra forma, son menos diligentes y no hacen sus deberes. La misma moneda, el Euro, tendría que devaluarse si al caso “Grecia” le suceden otros países en una situación semejante.
Está claro que el Euro se enfrenta a una prueba de fuego en los próximos años. Cuando las cosas van bien, no hay problema; y los que se producen, se solucionan fácilmente. Pero cuando hay tensiones, como las hay ahora, será más difícil imponer la solidaridad entre los europeos.
“Der Spiegel” advierte. Y yo digo: Mirarse al espejo de vez en cuando y confesarse uno mismo, resulta un buen ejercicio. Muchas veces para darse cuenta que las cosas no van como deberían.
Y que conste que no me refería a España.
Jacinto Soler Padró
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