El asunto está muy claro. Y Angela Merkel ha insistido en ello. La crisis de los países comunitarios, de algunos de ellos, no la pueden pagar los ciudadanos de la Unión con sus impuestos. Es decir, que cada Estado asuma sus responsabilidades. Y como consecuencia de todo ello, ha propuesto que las emisiones de deuda o “bonos” que se hagan para sacar del abismo a los países más afectados,- Grecia, Irlanda o quizá España,- se coloquen entre inversores privados. Y que éstos asuman el riesgo de un posible impago de la deuda soberana.
Sarkozy se ha puesto al lado de la Merkel, que es una mezcla de Sra.Thatcher y de Bismark, dependiendo del interlocutor que se le presente. En este empeño de poner firmes a los países más díscolos, tanto Sarkozy como Merkel van a una, aunque el presidente francés tenga en estos momentos más apuros en su casa, que tiempo que destinar a tareas supranacionales.
En cuanto a Trichet, el presidente del banco central europeo, ha dicho que lo de la colocación privada de bonos no le parece bien. Por una simple razón. Con la propuesta alemana se está introduciendo un mayor riesgo en la solvencia o seguridad del pago de los bonos. Pero Angela Merkel y los alemanes ya han manifestado por activa y por pasiva, que la solidaridad europea tiene un límite. Y por esto ahora quiere ahora modificar el tratado de Lisboa, para endurecer las condiciones a través de las cuales se fiscalizarán los déficits presupuestarios de los Estados miembros.
Difícil empresa, cuando la mayor parte de países comunitarios saben que no van a cumplir los deberes. A lo máximo tres o cuatro de ellos, serán los que lo consigan. Con lo cual lo más seguro es que todo quede en agua de borrajas. Mientras el Euro siga siendo la moneda común y las naciones europeas tengan la independencia y libertad de decisión que tienen ahora, no se podrá hacer nada para cambiar la situación.
Por mucho que la Merkel se empeñe.