¿El gobierno de Gadafi es o era legítimo?. ¿Y el de Egipto?. ¿ Y el de Túnez?. ¿Pero no los habían reconocido las naciones civilizadas?. Todos formaban parte de las Naciones Unidas, de las conferencias internacionales y les visitaban habitualmente los dignatarios de los principales Estados de este mundo. Eran gobiernos “amigos” que contribuían a construir “estrategias” destinadas a preservar la paz. La paz contra la presión del terrorismo internacional.
Y de repente, frente a la muchedumbre agitada, los políticos se dan cuenta, “descubren” que aquellos regímenes eran absolutamente dictatoriales, que sometían al pueblo y que no tienen derecho a seguir existiendo. O bien antes se sabía que Gadafi, Mubarak o Ben Alí, estaban mandando al margen o a costa del pueblo o se han enterado ahora.
No creo en aquella ingenuidad. ¿Y si ya lo sabían, porque les apoyaban?. ¿Quién tiene más “credibilidad”, el “pueblo” enfurecido, -a lo mejor manipulado por facciones interesadas-, o el “dictador” que durante tantos años ha merecido la confianza de la ONU y de la Unión Europea?. ¿O es que todos se callaron de forma hipócrita, silenciando los excesos de aquellos regímenes corruptos?.
La respuesta es la “realpolitik”. La doctrina de la “realpolitik” enseña que en cada momento se ha de hacer lo que interesa de forma inmediata, para mantener un equilibrio, por muy cambiante que éste sea. Si preservar la paz era hasta hace pocas semanas, “creer” en aquellos dictadores, ahora éstos tienen que ir al cadalso, sacrificándose por la paz que peligra por los acontecimientos de la calle.
¿Democracia?. Todos sabían que no existía en estos Estados. Y nadie decía nada. ¿Habrá democracia con lo que está sucediendo?. Pues a lo mejor, no. ¿Y Europa y los Estados Unidos, dirán algo si aquello ocurre?. No necesariamente.
Realpolitik.