No le funciona el páncreas. Y no le funcionaba el hígado y tuvo que someterse a un trasplante. Ha vencido a la competencia una y otra vez. Ha creado la compañía más envidiada del mundo. Steve Jobs. Apple. Y un vulgar páncreas le está haciendo la puñeta y tiene que dejar la batalla. Le ha vencido el cuerpo. Así de sencillo. Así de elemental. Y así de absurdo. Se ha rendido ante las absolutas limitaciones que tenemos todos. La salud, la enfermedad, la tremenda levedad del ser humano.
Y a uno se le ocurre pensar. Y divagar. Si se inventan utensilios tan estupendos, el Ipad el Iphone, ¿es tan complejo y tan difícil inventar, crear un páncreas de recambio?. Si hay un hígado de recambio y un corazón puede trasplantarse, pues ampliar el espectro, para que todo lo que se hace viejo lo podamos mudar por algo nuevo y jóven.
Sí, insisto. Es un contrasentido. Retamos cada día a la ciencia y vencemos en muchas ocasiones. Nuevas invenciones. Informática, Telecomunicaciones, Internet. Pero aún seguimos muy atrasados en algo que es más importante. Superar las enfermedades. Inventar un antídoto total. Global. Que pueda curarlo todo. Una especie de IPad farmacológico que resuelva nuestras insuficiencias corporales.
Y mientras no lo consigamos, porque esto va para largo, seguiremos sometidos a la dictadura de nuestro cuerpo. Steve Jobs es un ejemplo. Devastador. Necesitaríamos un Steve Jobs incombustible, invencible, para que siguiera creando, buscando nuevos horizontes a la innovación. Como tantos otros que se esfuerzan en distintos ámbitos de la ciencia por hacernos la vida más fácil y más rica.
Pero no es posible.
Y de momento no se me ocurre nada.