Ha concluido el congreso de Convergencia. En Reus. Algunas novedades. ¿Esperadas?. Quizá. El discurso de Convergencia siempre ha sido de reivindicación. Casi de confrontación. En otro caso, la formación habría dejado de ser nacionalista. El nacionalismo tiene este problema. De incomodidad en circunstancias de democracia normal, consolidada. La pregunta que nos podemos hacer o que nos deberíamos hacer, es la de si la defensa de una lengua, de una cultura y de una historia ha de pasar necesariamente por la existencia de un partido, que tenga como objetivo claro y predominante, la idea y el objetivo nacional. Pongo un ejemplo. Baviera. Tiene una personalidad acusada. No una lengua propia. Sí una historia muy definida, que poco tiene que ver con la de Prusia o de las regiones hanseáticas. Si uno viaja por Alemania se da cuenta de las grandes diferencias existentes entre el norte y el sur. Países absolutamente distintos. Y sin embargo no existe en Baviera,- o en Baden-Würtemberg, con raíces profundamente autonómicas,- un partido nacionalista que propugne el ideal del Estado independiente de Baviera. No cabe ninguna duda de que, de existir, el asunto levantaría ampollas, después de las amargas experiencias vividas con el nazismo.
¿Están llevando muy lejos, demasiado lejos el discurso nacionalista los líderes de Convergencia?. ¿Estrategia para conseguir una mejor pacto fiscal?. ¿La “transición” de la que han empezado a hablar, a donde lleva?. Porque la transición por sí misma, no es eterna. Es “transición” a algo, superior, distinto, según se mire.
Porque los eufemismos están ahí. Por ejemplo, “Soberanismo”. ¿Soberanismo es independencia?. Si lo es, mejor decirlo con claridad. ¿Pacto fiscal?. Pues si pacto fiscal es el modelo del concierto vasco, pues igualmente decirlo. Y si la transición lo es hacia la independencia. Decirlo también.
Desde sus orígenes, Convergencia ha apostado por dos objetivos fundamentales. Si Catalunya era de todos, Convergencia iba a querer monopolizar los sentimientos del pueblo catalán. El segundo fue siempre el de la oportunidad política. Convergencia fue socialdemócrata, muy socialdemócrata a la sueca- en los primeros años de su singladura política y fue luego evolucionando hacia un liberalismo. En función de los vientos reinantes.
No creo que sea bueno para un país, el mantener la fricción, el duelo permanentes, en pos de unos objetivos que pueden suponer una fractura muy importante de las estructuras sociales existentes. A menos que no se quiera realmente lo que se dice o lo que se proclama. Que lo que se afirma con vehemencia sea solamente un ardid, un medio para mantener el entusiasmo de las huestes que son adictas. Claro que en la política hay mucho de esto. Lo que se anuncia y promete es muy distinto de lo que se hace. Pero los riesgos están ahí. Entre ellos, de equivocarse.
Y el equivocarse en estos asuntos de soberanía y de independencia, puede costar muy caro.