Claro que no hay crédito. Ni lo habrá. Haya o no haya dinero. Con o sin liquidez. El Banco de Santander acaba de anunciar que ha depositado en el banco central europeo, del orden de los treinta y cinco mil millones de euros, ante la falta de demanda solvente de crédito. Esto quiere decir, que quienes solicitan dinero, que quienes quieren endeudarse para iniciar algún proyecto, se quedan en la antesala, si no son “solventes”. Esta es la palabra mágica: solvencia. Que no es nueva, por supuesto. Es tan vieja como la humanidad misma. Si tienes dinero, no hay problema. Te dejo y respondes con lo que tienes. Si no tienes nada, no seas iluso, ingenuo o imbécil. No te vamos a prestar nada. Por mucho que la publicidad diga que con la idea ya hay bastante. El negocio es tuyo. No es del Banco. Y si crees en él, entonces vas a responder hasta la camisa que llevas puesta. Si no aceptas estas condiciones, te vas al cuerno.
En la época del inmobiliario, no es que los bancos se hubieran aficionado, “por las buenas”. No, el préstamo hipotecario, la promoción inmobiliaria, era lo más seguro. El valor de las casas y de los terrenos no podía bajar. Invertir en “piedras” no tenía riesgo. Y en cambio apostar por la industria, por las empresas que empezaban o se hallaban en sectores más o menos comprometidos, presentaba muchos aspectos negativos. Pues bien, esto sigue siendo muy válido. Los bancos se han despertado de este maldito sueño y han descubierto que lo que era invencible, el suelo, está moribundo. Que invirtieron inmensas cantidades en el ladrillo, que no saben cómo amortizar. Pero que la alternativa, el recambio, tampoco existe. La inversión en los sectores industriales tampoco está exenta de riesgo. Al contrario de la construcción y las hipotecas, exige un mayor conocimiento de los aspectos técnicos de la actividad, y existe una desconfianza crónica hacia el empresario, hacia la pequeña y mediana empresa.
¿Nacionalización de la banca, para que se acerque a las necesidades reales del país?. Tampoco. No me gusta la fórmula. El Estado es un mal gestor, un mal empresario. Entonces ¿Qué hacemos?. Porque la demanda “solvente” de crédito no se improvisa.
Esperar. Forzosamente. ¿El tiempo lo arregla todo?. No. Pero no hay fórmulas mágicas.