Bueno, yo y mi vecino que sobrevive a duras penas con una empresa que intenta día a día sortear la crisis. Nos dan veinticuatro mil millones de euros para arreglar un desaguisado y hacemos fantasías. Y más si luego no tenemos que devolver el dinero. Porque el señor Goirigolzarri ha sido categórico. El dinero ha de ponerlo el Estado en Bankia y no se va a devolver. Esto es, hemos de confiar en su capacidad de gestión y pensar que la inversión,- que no una ayuda forzada-, se va a multiplicar. ¿Y si, no? Pues, si no, si perdemos los veinticinco mil millones, que de esto no habla el personaje, no pasa nada. Por tanto el Estado a correr, a buscar esta suma tan importante de fondos al banco central europeo, a las emisiones de deuda, a la refinanciación o a donde sea.
¿Hay alternativa?. Pues no lo parece. El sistema financiero es la sangre del sistema. Y si la sangre no circula,- que está ya circulando poco-, todo se para, todo se asfixia.
Está claro que todos quisieran ser como el Goirigolzarri bilbaíno. Se va del BBVA, embolsándose creo del orden de cincuenta millones de euros. Y ahora van a buscarle para que cure a un enfermo terminal. Y él contesta. “Vale, de acuerdo, pero me dais veinticuatro mil millones de euros y esto lo arreglo yo”. Así, como si nada. Y se le pregunta. ¿Y si no lo arreglas, qué?. Y Goirigolzarri contesta. Pues me vuelvo al país vasco. Me pagais la indemnización y se termina la historia.
Mientras cientos, miles de empresas suspiran por acceder al crédito que les permita sobrevivir. No son Bankia, ni sus ejecutivos son Goirigolzarri.
Esto está mal repartido.