Vamos a ver. Supongamos que Londres no existe. Mejor dicho que la City no existe. O bien, que Inglaterra se hubiera abrazado al euro. Que hubiera renunciado a la sacrosanta libra y se hubiera convertido a la moneda europea.
Pues si alguno de estos supuestos, imaginaciones o hipótesis tuviera lugar, seguro, seguro que la prima de riesgo y la presión sobre el euro, perdería gran parte del empuje y la fuerza que está teniendo.
¿Quién cobra las comisiones sobre la enorme especulación de la deuda pública de los países comunitarios ?. Pues los grandes bancos y brokers de la City tienen algo o mucho que ver en todo esto. ¿Tienen mucho interés todos los personajes o personajillos de este histórico barrio londinense, en que la tormenta monetaria termine?. Pues, no demasiado. Enormes flujos de transacciones se producen a diario, con la situación que estamos viviendo. Las comisiones y los corretajes mandan.
Además el Financial Times y The Economist, contribuyen a echar leña al fuego y animar al personal. Claro que los problemas que aquejan a la Comunidad europea son tremendos. Que el endeudamiento es enorme. Pero Inglaterra se ha convertido en la caja de resonancia de las enfermedades del continente. En la isla están a salvo. Como si fuera una epidemia. El contagio no pasa el canal de la Mancha. La libra se ha erigido como roca salvadora.
El negocio es el negocio. Y el gobierno británico no quiere reducir, recortar y por supuesto renunciar, al gran negocio financiero de la City. ¿Aunque esto perjudique las finanzas de la Europa continental?. Pues sí. La libertad de mercado, la libertad de las transacciones, como presupuesto fundamental de la supervivencia y de la prosperidad de la City.
O sea que tendremos que aguantarnos. Asumiendo que los ingleses son muy europeos, aunque no hayan renunciado a su moneda. Que la City nos está tocando las fibras más sensibles, sin que podamos hacer nada para remediarlo.
Sí, estamos arreglados.