Hay que ver la diferencia entre los años felices en los que Obama hizo célebre la frase de “yes, we can”, y lo que ahora está sucediendo. El tiempo lo oscurece, lo desdibuja todo. A veces me sorprende la inocencia, la candidez, la absoluta buena fe de los norteamericanos,- o de muchos de ellos-, en creerse las proclamas de sus candidatos. Si volvieran la vista y el recuerdo a la historia, se encontrarían en que todas las elecciones presidenciales han contado con políticos que han prometido la felicidad y el cielo. Y los ciudadanos han acudido a votar con el ánimo y la esperanza de que muchas cosas iban a cambiar. También en el día a día. Y luego poco a poco han ido descubriendo que nada va a ser distinto, que todo va a seguir igual. Con Obama, el salvador de la patria, está sucediendo algo semejante. Los escándalos se acumulan. Espionaje, partidismo en cuestiones fiscales, filtraciones. Total, el Presidente se parece a los demás mandatarios USA. Reagan, Clinton.¿ Nixon?. Bueno lo que sucede estos días no llega a tanto. No estamos ante un Watergate. ¿Un “Obamagate”?. Quizá. Pero lo más determinante del fenómeno, es que el presidente ha bajado del olimpo, del ámbito de los intocables y se está empezando a comportar como una especie más vulgar de los mortales.
Sí el espejismo se ha desvanecido.
El “yes, we can”, ya es historia.