Hemos tenido que esperar a que Suárez se muriera, para proclamar que era un tio estupendo. Habriamos podido hacerlo antes. Sí, pero no lo hicimos. Aunque sabíamos que igualmente no se habría enterado porque habia perdido la memoria y la conciencia de todo lo que sucedía en su entorno.
Pero Suárez no ha sido una excepción. En este país,-no creo que sea el único- solamente se cantan las alabanzas cuando uno desaparece del mundo de los vivos. Desde aquel momento se silencian las críticas, los denuestos, los insultos y se descubren las bondades, las virtudes del ser amado. Se adula al fallecido con los adjetivos más sonoros y las frases más encomiables. Como queriendo reparar algún perjuicio o algún daño causado en el pasado. O mala conciencia que a uno le atormenta. Es la penitencia que se auto impone.
Naturalmente el problema de todo ello es que el destinatario de tantos elogios, no puede dar las gracias, no puede mostrar sus agradecimiento y expresar su respeto o disconformidad a quienes se muestran con tanto fervor dispuestos a ensalzarle.
Imagino que si Suárez despertara de este sueño, cuestión absolutamente improbable, les diría a muchos que hoy le reverencian que son unos hipócritas y unos falsos. Que nunca lo habrían hecho, -mejor dicho que nunca lo hicieron cuando él más lo necesitaba. Cuando a principios de los ochenta le llovieron críticas de todo el arco parlamentario, cuando le ningunearon por su pasado falangista, cuando tuvo que irse solo, sin nadie o casi nadie que compartiera su infortunio. Y al pueblo español, que tambien le dió la espalda cuando inició la experiencia del CDS de la Union de Centro Democrático. Esta fue la realidad.
Dicen que la historia, pone las cosas en su sitio. Bueno, no sé si es un consuelo. La muerte política de Suárez acaeció hace ya más de treinta años. Todos se habían olvidado de él. Ahora, cuando desaparece del mundo de los vivos, destacan su talla de estadista y su formidable contribución a la democracia de este país. Incienso, mucho incienso. Generosidad gratuita. «Si en vida lo atacamos sin piedad, vamos a ahora a congraciarnos en el recuerdo». Al fin y al cabo, esto no cuesta nada.
No sé si Suárez desde el otro mundo, habrá perdonado a tantos que le traicionaron, que le ningunearon y que ahora han acudido solícitos a rendirle un tributo de pleitesía. ¿Suárez, les perdonas?.
Yo me lo pensaría dos veces.