Este es un país curioso. Más los políticos. Se va Rubalcaba y todo son alabanzas. También en su partido. No se entiende. En la época de Rubalcaba los socialistas han cosechado tremendas derrotas. Y en cambio se despide en olor de multitud. Por lo menos en el Parlamento. Que los del partido Popular le aplaudan se entiende. Su gestión en estos años y en el gobierno de Zapatero, han contribuído a un auténtico desastre electoral. Esta es la realidad. En cambio se han resaltado sus dotes de orador y su cintura parlamentaria. Su locuacidad, inteligencia y entrega hacia su partido.
Claro que las alabanzas y los aplausos son más fáciles y generosos, cuando uno se va. Cuando uno se aleja del fragor de la batalla y desaparecen los enemigos o adversarios. Entonces resulta que uno es un tipo estupendo, un señor magnífico que está por encima del bien y del mal. Al fin y al cabo todas estas loas, no cuestan absolutamente nada. Lejos quedan los insultos y los improperios. La tormenta desaparece para que un halo de santidad lo invada todo.
Rubalcaba ha dicho que iba ahora a dar clases de química en la Universidad Complutense. ¿Ha dicho esto? ¿Después de tantos años se acordará de la fórmula del ácido sulfúrico?. Lo dudo. Porque de lo que sí podría dar clases es de química política, que podría ser una nueva disciplina de la Facultad de políticas. Esto es, cómo cocinar, como combinar distintos elementos de la política parlamentaria para producir una reacción en el personal. En esto sí que Rubalcaba, podría dar lecciones magistrales. Esto es, con la probeta al ristre, mezclar intereses, habilidades, sentimientos, verdades y mentiras para obtener un resultado medianamente digerible.
Porque a lo que se ha dedicado sin duda alguna en esta larga etapa Rubalcaba, ha sido sin duda la química política. Con algunos experimentos que le han salpicado en el pasado y con otros más recientes que se han quedado a medio camino. O mejor sin camino para seguir transitando.
Porque los electores le han dado la espalda.
Por esto se ha ido.