Sí, habeis llegado tarde. No tiene ya demasiado sentido que digais que ahora lo que procede es la «reciprocidad» con China. De reciprocidad con el gran imperio no ha existido nunca. Es más, el crecimiento en China, la acumulación de capital se ha hecho a costa de la reciprocidad. Esto es de la ausencia de equilibrios y contraprestaciones más o menos justas en el ámbito comercial. China ha tenido abierta la puerta de Europa, de la tecnología y lo ha aprovechado de forma diligente para crear grandes infraestructuras industriales. En cambio los europeos no han tenido las mismas facilidades para acceder al mercado chino. Es más. Muchas, muchísimas empresas europeas se han ido a producir a China en detrimento de la ocupación y el nivel de vida de ciudadanos de los países comunitarios.
Esta ha sido la realidad. Despertar ahora de este sueño, exigiendo a Xi Jinping reciprocidad en las relaciones bilaterales, no deja de ser un propósito baldío o una declaración quizá solemne para la galería. Las cartas ya están echadas. El poder se está inclinando, se ha inclinado hacia el gigante asiático. La fuerza que pueda tener la Union Europea para equilibrar la balanza, se ha desvanecido.
Y a ello hay que añadir las deserciones. Xi Jinping se fue primero a Italia. A convencer a Salvini y a Di Maio a que se unieran al monumental proyecto de la ruta de la Seda. Y los italianos que andan un tanto apartados del entorno comunitario han prestado la mayor atención. Italia está en horas bajas y necesita inversiones. Y están convencidos que Bruselas no les va a solucionar el problema. Que la Unión Europea ha entrado en una fase de estancamiento, de auto reflexión. De vuelta al análisis de su propia identidad y del sentido también de un futuro común que exige una mayor integración.
Posiblemente Juncker, Macron y Merkel, las tres personalidades, nos ofrezcan una imágen de esta Europa que ha perdido fuerza, vigor. Juncker, aquejado en alguna ocasión de inoportunos lumbagos. Macron, a cuestas con los embates de los chalecos amarillos. Merkel, con un pie en la jubilación, despidiéndose de su reinado comunitario.
Xi Jinping ha venido a saludarles y sabe que nada va a cambiar.
Ciertamente.