¿Sorpresa? Según como se mire. Yo diría que no tanto. En realidad el fraccionamiento de los partidos conservadores o liberal conservadores, provocó en gran parte el triunfo de los socialistas. Fue una jugada del sistema electoral, de la famosa ley d’Hont que premia a las grandes facciones políticas por delante de los enredos del multipartidismo.
Pero las elecciones autonómicas y municipales han devuelto en parte lo que las generales les quitó en la aritmética de la globalidad de unos resultados. Sanchez pensaba que estaba todo ganado. Que la conquista en las generales le iba a traer también el vencer holgadamente en otros comicios. ¿Porque no? El viento soplaba de cara. Casado, un aún neófito de la política. El partido popular sumergido en la noche de los infortunios y las decadencias.
¿Que ha sucedido? ¿Se corresponde la relación de fuerzas que hay en la actualidad en el Parlamento con lo que alientan, respiran y quieren los españoles?
Pues no tanto. El asunto es bastante más complejo de lo que podría parecer. Podría decirse que los ciudadanos están repartiendo favores y votos de manera desigual, pero nunca jugándoselo todo a una carta. Esto es, tratando de minimizar riesgos y buscando un equilibrio por precario que parezca, que permita seguir con el día a día sin grandes turbulencias y sobresaltos.
Solo así puede comprenderse el juego de alianzas que se están forjando en las distintas autonomías y ayuntamientos. El poder está repartido y los partidos tendrán que sumar esfuerzos para tratar de mantenerlo y optimizarlo en los gobiernos que se formen.
Termino, cuando me pregunto si los resultados electorales me mueven al optimismo o al pesimismo.
Me quedo con un cierto optimismo. Mucho optimismo, sería demasiado.