La incontinencia verbal del presidente en funciones Sánchez, le está jugando una mala pasada. Insiste en que para lograr obtener una mínima mayoría parlamentaria a fin de formar gobierno, el PP y Ciudadanos han de abstenerse. Dice que han de trabajar para la estabilidad del país. Y que lo que les pide es que asuman «responsabilidades» que van más allá de los intereses partidistas.
Pero la memoria no muere tan fácilmente. Ni de las hemerotecas ni de los que sufrieron con mayor o menos estoicismo las agresiones verbales del señor Sánchez. Rajoy por ejemplo, al llamarlo, así de manera despiadada, que era un corrupto o algo semejante en el plató de TV que entrevistaba hace algunos años a los dos líderes. O bien, luego, cuando defenestraron al gobierno del PP para acceder a un nuevo ejecutivo, con la asistencia de todos los colores ideológicos y facciones posibles, incluída la separatista.
Difícil, casi imposible, que toda esta siembra de empujones, golpes bajos e improperios pudiera terminar con el asentimiento, o con la neutralidad de los ofendidos. O que Ciudadanos pensara en dispensar a Sanchez algún favor, cuando en la noche electoral ante la sede del PSOE le gritaban sus admiradores, «con Ribera,no».
Pues va a ser así. Con Ribera, no. Porque el líder de Ciudadanos se ha anclado con su negativa a facilitar la investidura de Sanchez. Esto es, en no moverse de su posición, que se aleja del «centro, centro», de la equidistancia tantas veces proclamada. Si Ciudadanos facilitara la presidencia de Sanchez, estaría vendiendo no ya la primogenitura, pero sí un futuro protagonismo más relevante, por un plato de lentejas. Claro, que a Ribera esto no le interesa. Y tampoco a Pablo Iglesias que quiere arrebatarle a Sanchez el protagonismo de la izquierda, moderada, radical o la que sea. Y como que para Sanchez hace unos años,- cuando el esplendor de Podemos-, este objetivo estaba ya cerca, nunca más va a cederle el paso al matrimonio Iglesias. Y éstos en contrapartida, no van a admitir que Sanchez se salga con la suya, dejándoles con unas migajas que consideran una afrenta hacia los suyos.
Así las cosas en el día de hoy, lo más lógico es concluir que vamos a tener nuevas elecciones en otoño. Pero como la política es una especie de tiovivo, con los políticos jugando a extrañas componendas de a veces difícil digestión, digamos una vez más, que todo puede ocurrir. Que la política se está convirtiendo en la ciencia,- ¿digo ciencia?-menos previsible y menos racional. Y más que la política, naturalmente, los políticos.
Solo cabe esperar que las vacaciones, tan indispensables e irrenunciables, también para los políticos, les devuelvan el tino, el sentido de la responsabilidad, el buen juicio que esperamos de muchos de ellos.