Como si se lo sacara de una chistera virtual, el presidente Sanchez el otro día anunció que el Estado daría once mil millones más, para paliar los efectos del Covid19 a las empresas. Fue, según algunos, una sorpresa porque no se esperaba este anuncio. Y por lo que parece tampoco lo esperaba la ministra de economía, Calviño ya que por lo que leo, no supo contestar a las preguntas de los periodistas acerca de dónde vendría y como se repartiría este dinero.
Como digo, la sorpresa lo fue solamente para algunos. Porque para muchos, quizá para la mayoría, estas declaraciones de Pedro Sánchez no la producen. Si recordais, -pronto se cumplirá un año de ello,- en una solemne alocución nos habló que el Gobierno iba a lanzar un ambicioso programa de ayuda financiera,- del orden de doscientos mil millones de euros,- para que la economía española pudiera sortear los enormes problemas que iba a generar el virus. De esta suma, explicó, unos ciento veinte mil millones, procederían de las arcas públicas, y el resto,- ochenta mil millones- de recursos privados.
La verdad es que cuentas más o menos claras sobre la materialización y destino de esta cifra no se produjeron posteriormente. Y hemos estado durante todos estos meses, -llegando ya al nuevo año,- expresando la imperiosa necesidad de que se hablara de transferencias puras y simples a empresas y autónomos, y no de préstamos. Precisamente,- y ya hablé de ello-, España es uno de los países que por este concepto se ha endeudado menos con el BCE.
Por tanto, la verdad es que no sabemos que es lo que va a suceder con estos once mil millones que ahora se han prometido. Cantidad que si se compara con la tragedia de algunos sectores económicos, constituye una minucia. El presidente de la patronal hotelera de turismo Exceltur calculaba que las pérdidas del sector en 2020 superaban los cien mil millones de euros. Ante la magnitud de esta cifra sobran ya los comentarios.
Los once mil millones además, llegan tarde. Muy tarde. Retraso de meses. El Gobierno no se da cuenta que el «timing» en el mundo de la empresa es determinante. Si los fondos no llegan a su tiempo, la empresa desaparece. Y en cambio, curiosamente, los plazos en la Administración son siempre cortos e inaplazables.
También leo que «Meliá pierde casi seiscientos millones y se plantea la venta de activos»
Uno más.