Podemos y Vox. Dos extremos. Ambos generan animadversión, rechazo. O bien, estima, atracción y hasta un punto de devoción. ¿Porqué? Es la reacción. Es la reacción a una insatisfacción, a una infelicidad. Al hecho de que quienes nos representan no son capaces de resolver nuestros males. Y si no lo hacen, no lo han hecho,vamos a probar otra cosa. A sabiendas que a lo mejor el experimento tampoco va a funcionar.
Por tanto quizá mejor, no abundar en la crítica a la «extrema derecha» o a los «comunistas» de Podemos, como se acostumbra a hacer por parte de quienes se confiesan constitucionalistas. Mejor preguntarse porque los votantes se fueron del centro, de la izquierda o la derecha tradicionales para abrazar a una opción más radical. Es decir donde se han producido las lagunas, los vacíos, las insuficiencias en el gobierno de los grandes partidos que hayan propiciado el nacimiento de estas opciones políticas.
Dicho de otro modo. Los grandes responsables de la existencia de Vox o Podemos, han sido PSOE y PP. Partidos que se han visto impotentes de abordar los problemas de la ciudadanía en momentos duros y complicados. Los votantes se han sentido huérfanos. Ningún partido les escuchaba , ningún político estaba dispuesto a alzar la voz y proponer soluciones a sus males. Hasta que alguien o algunos les hablaron de que el cambio era posible. Alguien que con un lenguaje fácil y directo, les lanzó un mensaje de esperanza. Los partidos que habían dirigido el país en los últimos treinta y cinco años, no habían hecho prácticamente nada. Ellos, decían, sí lo conseguirían. Ellos no formaban parte de la «casta».
Y de las palabras a los resultados. Resultados electorales. Podemos empieza a ganar incondicionales y muchos votos. Y al otro lado del espectro político, Vox también. Un discurso que quiere cubrir el flanco que la derecha ha dejado desnudo. No valen las medias tintas. Hay que decir las cosas claras. Defensa de la nación española, de las virtudes patrias, de la mayor libertad en el marco de la iniciativa individual.
Y así estamos. Hemos vivido unos pocos años de euforia hacia los extremos. Pero ahora, ¿De vuelta al bipartidismo? ¿A a la «normalidad»?. Se están produciendo algunas escaramuzas que llevan este signo. ¿Han aprendido la lección los viejos partidos? ¿Vamos a pasar del multipartidismo, como algo coyuntural a una segunda etapa de bipartidismo en esta España democrática?. No niego que esto sea posible. Y que los electores después de haber probado otras opciones, vuelvan al redil. Convencidos de que las proclamas, las palabras, no van mucho más allá del verbo encendido de sus líderes.
Las elecciones a la Comunidad de Madrid serán el primer banco de pruebas que nos dirá si esta tendencia va en camino de consolidarse. Hay posibilidades de que ello sea así. Los vientos soplan a favor.